dimarts, 15 de maig del 2012

El timo más grande jamás contado

Allá por el año 306 DC el Imperio Romano cayó en manos de Flavio Valerio Aurelio Constatino. No muy buena noticia para él, ya que el siglo III había sido terrible para los emperadores romanos, que acababan asesinados, por sus propias tropas, poco después de ser nombrados por ellos mismos.

Las reformas impulsadas por Dioclesiano frenaron esa "costumbre"; pero había pasado muy poco tiempo y a Constantino no le quedaba otra que profundizar en esas reformas. Por otra parte, el imperio seguía siendo inmenso y difícil de mantener unido; por ello, Constantino estableció como nueva capital, a la ciudad de Constantinopla y pensó que la religión podría ser un elemento más de unión territorial y social.

Aunque él creía en todos los dioses romanos, vio que el cristianismo tenía el potencial necesario para ser esa religión oficial del imperio. ¡Sus seguidores eran capaces de dejarse devorar por los leones!. Pero se encontró que los cristianos no estaban tan unidos como pensaba.

Trescientos años son muchos años, para que las tradiciones orales que hablaban de Jesús de Nazaret, no se viesen afectadas. Además, un imperio inmenso, dificultades de comunicación entre territorios y la persecución de los romanos provocaron que los cristianos se dividiesen en obispados independientes que, cada uno de ellos, contaban aquella historia a su manera.

Esto, hizo que Constantino, a propuesta del Obispo Osio de Córdoba, promoviera el primer Concilio de Nicea (y posteriores) en caminados a unificar todo el cristianismo.

Al concilio acudieron unos 300 obispos y empezaron a elegir aquellos evangelios que decían cosas razonables (evangelios canónigos) y rechazar los que contaban historias demasiado fantasiosas (evangelios apócrifos) y con ello elaboraron lo que sería el Nuevo Testamento (en griego, que era el idioma del Imperio Romano Oriental).

También se debatió sobre el celibato; pero el asunto más espinoso y que siguió debatiendose hasta el Concilio de Constantinopla, 56 años más tarde, fue la llamada, Controversia Arriana.

Los obispos cristianos del Imperio Romano Oriental, encabezados por el Presbítero Arrio, fuertemente influenciados por el cercano Jerusalén, defendían que su religión era monoteísta y, por lo tanto, había un único Dios: Dios Padre, el creador de todo. Su hijo, Jesús, de padre divino y madre humana, era muy importante, pero no llegaba a ser Dios; no había creado nada y se había limitado a sacrificarse por todos los hombres (para nada; pues está claro, que fracasó estrepitosamente).

La tesis contraria la defendía Atanasio, colaborador del Obispo de Alejandría. Este, como todos los obispos del Imperio Romano Occidental; fuertemente influenciados por la Roma politeísta, defendía que debería haber tres dioses: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

- ¿El Espíritu que?

- El Espíritu Santo

- ¿Eso que es?

- Una paloma

- Y que pinta una paloma en todo esto

- ¿Tu no has visto que en todas las películas de Disney, tiene que haber una mascota simpática?, pues nosotros tenemos que tener una paloma

- ¿Pero de donde te sacas lo de la paloma?. Jesús nunca hablo de ella y la Biblia tampoco.

- Pues tiene que haber una paloma que represente el Espíritu Santo de Dios. Además, a María, la madre de Jesús, hay que nombrarla Theotokos (Madre de Dios); los romanos están acostumbrados a adorar a la Diosa Diana y hay que darle una alternativa.

Por otra parte, el pueblo romano también estaba acostumbrado a que el Senado nombrara Dios, a los Emperadores romanos, una vez muertos (bueno, Calígula se hizo nombrar Dios en vida); así que Atanasio redondeó su planteamiento proponiendo que los obispos pudieran elevar a los altares a aquellos cristianos que destacaran por su modélica vida.

- ¡Que barbaridad!- Exclamó Arriano - ¡Esta es una religión monoteísta y la vamos a convertir en mitología cristiana!

- Señor - dijo Anastasio dirigiendose al Emperador - el Imperio Romano Occidental no aceptará esta religión si tiene un único Dios.

- El Cristianismo no tiene sentido con tantos dioses - Añadió Arriano.

- A mi lo de subir a los cielos a la gente que se porte bien me gusta - dijo el Emperador - daría tranquilidad al Imperio a cambio de un premio barato. Pero si esta es una religión monoteísta, no podemos hacerlos dioses; tendríamos que hacerlos... ¡Santos!. Si, santos; sería como una especie de dioses, pero sin llegar a serlo. Respecto a la madre de Jesús, no podemos declararla "Virgen" todavía; tenemos que esperar a 1858 a que el Papa Pio IX así la nombre (no se de donde sacará pruebas de esa virginidad); pero podemos hacer algún tipo de divinidad por encima de los santos y por debajo de Dios. Y... y respecto a Dios Padre y Dios Hijo...

- ¡Y el Espíritu Santo!

- ¡Joder Atanasio!, ¡que pesadito estás con la paloma!.

- Pues eso - continuó el Emperador - respecto al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, podrían ser... un único Dios; así ya seríamos una religión monoteísta, ¿no?

- ¿Un único Dios? ¡pero si son tres!- Dijo Arriano con aire de escepticismo.

- Sí, serían tres personas distintas, en un solo Dios.

- Pero ¿como van a ser tres personas distintas integradas en un solo dios?

- Si, será un misterio. Un misterio que ya aclarará Dios, cuando la gente vaya al cielo. Para eso es todo poderoso.

Se quedaron todos con la boca abierta...

- Bueno, pues ya lo tenemos - concluyó Constantino - A este cristianismo lo llamaremos "Católico" que viene del griego "Katholikis" que, como bien sabéis, significa "universal"; ya que será la religión de todo los cristianos y de todo el Imperio.

- ¡Valla miiiierda de religión monoteísta que nos hemos montado! - dijo Arriano.

- Pues a quien no le guste lo paso a cuchillo. El imperio no está para conflictos internos.

Acabó el concilio con la satisfacción de los Atanasistas y el disgusto de los Arrianistas que, nada más salir la reunión dijeron: "¡Y una mierda que te comas, Constantino!", mientras daban un corte de mangas; por lo que el Emperador los tuvo que perseguir hasta los últimos días de su vida.

Curiosamente, Constantino se convirtió al Arrianismo en su lecho de muerte. Actualmente es considerado santo entre los cristianos orientales; mientras que los católicos nombraron santo a Atanasio.

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