Cientos de miles de niños han de ser segregados al año.
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Segregue un niño con sus impuestos
Recientemente
se ha reavivado el debate de la financiación ¾que
no la existencia¾
de la educación segregada, entendida como aquella que separa por sexo. Es
cierto que este tipo de educación es común en países como Alemania o EE.UU., y
que muchas generaciones de españoles se "educaron" así. Es cierto que
niños y niñas maduran, por lo general, de manera diferente. Es cierto que la
UNESCO no condena la educación segregada y también es cierto que unos pocos
estudios le han encontrado, por fin, ciertas ventajas pedagógicas. También es
cierto que otros estudios no parecen haber encontrado tal beneficio pero sí han
constatado los problemas de integración y de desarrollo socio-afectivo que
conlleva, así como el impacto en la igualdad de género, no sólo en los
directamente afectados, sino en toda la sociedad.
En
un reciente artículo
de Gabriela Cañas, se equipara esta segregación por sexo con otra condición, la
raza: "nadie osaría a segregar a los alumnos blancos, negros o latinos", afirma. Bien dicho. El
sexo y la raza vienen generalmente vinculados en los mismos artículos en la
declaración universal de derechos
humanos y las constituciones de muchos países. Nadie osaría, aunque exista
evidencia ¾y esta vez
rotundamente científica¾
de que los asiáticos tienen, por lo general, mejor rendimiento académico, y que
podrían aprovechar mejor sus capacidades si no se mezclaran con blancos, negros o latinos. Igualmente,
los alumnos negros y magrebíes deberían segregarse del resto en la asignatura
de educación física porque, como todo el mundo sabe, son los que copan el
medallero en atletismo. Que nadie se ofenda. Estamos en el siglo XXI. Quizás,
quien no perciba la ironía es porque se ha visto obligado a pervertir las palabras:
en el caso de los colegios 'sexistas' no puede llamarse segregación, mientras que
en el caso de los colegios 'racistas' hemos de aplicar los peores
calificativos, pues es, a todas luces, un planteamiento aberrante, que ni la
más repugnante escoria neonazi osaría.
Así
que, tristemente, el debate hoy en día no parece deambular en si las
aberraciones se permiten o no, sino cuáles, y si además hemos de pagarlas con nuestros
impuestos. Existe, de hecho, otra condición humana que la declaración universal
de derechos humanos y las constituciones de muchos países han colocado también
al mismo nivel que la raza y el sexo. Se trata de las creencias o ideologías
particulares. Pero nadie puede ser discriminado por su raza, sexo, creencia ¾o falta de ella¾,
ideología u otra condición. ¡Y esto incluye a los niños! ¡Nadie osaría!
La
realidad es, deplorablemente, muy distinta. Desde hace ya lustros, el Estado
Español segrega nuestros niños a partir de los tres años. A diferencia de la
educación sexista, no se trata de una "opción personal", un "ejercicio
de libertad de educación", que soflaman algunos, sino que es una segregación
para todos los niños, obligatoriamente. ¿Quién osaría a tal aberración, a tal
barbaridad, a tal esperpento? ¿Con quién hemos topado? Veamos, pues la lista no deja de crecer: La Iglesia Católica
Apostólica y Romana, la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas,
el Consejo de la Iglesia Evangélica Española y la Federación
de Comunidades Judías de España. A sus órdenes y
para su gloria y disfrute, en la mayoría de colegios de este país, en todos los
públicos, en muchos concertados y en muchos privados, los niños se segregan
durante una o dos horas a la semana, de los 3 a los 16 años.
Así
pues, la mayoría de colegios de este país no son ni racistas ni sexistas, son
"religionistas". Cuando la
segregación no ha comenzado ya por la elección y el ideario del colegio,
tenemos que unos son llevados a una u otra "asignatura de religión" ¾y aquí hay para varios gustos, según colegio y zona
geográfica¾ mientras otros son
apartados a "alternativa", duplicando aulas y profesores, con un coste
estimado de unos 250 millones de euros al año, sólo en la educación pública. La
"alternativa" es una especie de rincón de pensar institucionalizado,
que condena a sus alumnos a "actividades sin aprovechamiento
académico", y que, con un sarcasmo sublime, han venido a denominar
"Debida Atención Educativa". Además, como los niños nacen agnósticos
y se resisten a cambiar su condición, se
les segrega por las creencias de sus padres, porque éstos sabrán colocarlos en
el ghetto correcto. Un terrible ¾y
caro¾ esperpento. Ésta
es, en definitiva, la aberrante realidad de un país "aconfesional". Así que, ¿segregar por raza, sexo o religión?
¿Y, en tiempo de crisis, con dinero
público? No osarían, osan.
Cientos de miles de niños son segregados todos los años.
El coste económico asciende a 250 millones de euros al año.
Los adoctrinadores los pagas tú con tus impuestos pero los eligen ellos, sin ningún control público.
Millones de horas lectivas se pierden en el país de la OCDE con mayor fracaso académico.
¡Por la abolición de la segregación religionista!
La religión, a las iglesias, sinagogas y mezquitas.
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