Los compañeros de Castellón nos envían este poema que puede ser muy útil para funerales laicos, para reflexionar o para cualquier ocasión.
Quería ser inmortal
y los engañosos dioses oyeron mi plegaria.
Nietos y tataranietos
he acompañado a la tumba
cada vez más envejecido. Ahora soy un ser gris e ingrávido
como un panal de avispas caído
zumbando de ideas suspicaces.
Nadie tiene fuerzas para recordarme.
Ahora sé que la suprema alegría
es morir en el círculo de los seres queridos-
refugiarse en el instante de los espasmos y el ahogo
en sus ojos lacrimosos.
Kjell Espmark. Poeta sueco nacido en febrero de 1930 en Strömsund. Miembro de la Academia Sueca.
"Siempre me pareció este poema una hermosa llamada a la sensatez. Una llamada para aprender a saber bien morir".
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