dissabte, 24 de març del 2012

Trabajo o vocación: artículo de Antonio Pérez Solís, presidente de AVALL, publicado en Levante-EMV



Hemos asistido, con una dispar mezcla de asombro y comprensión, a la campaña publicitaria de la Iglesia Católica para captar vocaciones hacia el servicio eclesiástico. A través de un vídeo se ofrece un trabajo bien remunerado, altamente satisfactorio y para toda la vida. Vamos, la ocasión con la que todo parado de larga duración está soñando. Grave debe ser el problema si, en tiempos de recortes económicos, la Iglesia está dispuesta a gastar parte de sus recursos económicos en una campaña de promoción. Bien mirado, no es extraño ya que esta institución es la única que no ha visto mermados sus ingresos procedentes del Estado. Imagino la envidia que deben estar sintiendo las consellerías de Sanidad, Educación o Bienestar Social ante esta campaña. Ya les gustaría poder hacer algo similar promoviendo los servicios que prestan al ciudadano.
Desgraciadamente, estos tiempos no permiten alegrías como esas mientras la Iglesia Católica nos invita al introibo »ad altarem dei», aunque sea de la mano de un feliz exparado que ha alcanzado gracias a ella el nivel de mileurista, sin tener en cuenta el uniforme y la vivienda gratis, según el anuncio. Además, es para siempre, como los funcionarios pero sin recorte de sueldo.

Hasta aquí el asombro. ¿Por qué la comprensión? Las iglesias católicas están casi vacías. Ni cambiando el latín por las lenguas vernáculas han conseguido atraer al público. Una institución que ha capeado múltiples temporales, no podía permanecer inactiva ante esta debacle absentista. Los seminarios tienen más telarañas que inquilinos. En este mundo, más publicitario que vocacional, era lógico este cambio de enfoque. Sin embargo, yo invito a los responsables de esta organización religiosa a que encaren las verdaderas causas de su problema.

Cuando la ciencia da un paso adelante, la religión da un paso atrás. Lo que antes fue creación divina, ahora es evolución, hace poco han perdonado oficialmente a Galileo, ya el cielo no es un lugar donde mora Dios, sino un estado contemplativo del alma, el limbo no existe, etcétera ¿No es hora ya de que la religión vaya a su lógico lugar, que es la esfera privada del individuo y no a lugares públicos como son las iglesias, con su desolador vacío actual? ¿Por qué la caridad es algo privativo de la religión en detrimento de la solidaridad, que es más connatural al género humano? Y ¿por qué se recortan las ayudas a las ONG y se sigue subvencionando la caridad vía Iglesia Católica? Creo que con esta campaña publicitaria para promover la captación de aspirantes al sacerdocio, la Iglesia Católica ha enseñado por fin sus cartas y ha rendido un impagable servicio a los que promovemos una sociedad civil sin interferencias religiosas en la vida pública.

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