dilluns, 18 de desembre del 2017

Artículo "LAICIDAD IGNORADA"

Artículo de Marc Cabanilles
Publicado el 13.12.2017 en


LAICIDAD IGNORADA


Cuando hablamos de laicidad, básicamente nos referimos a la separación total de las instituciones religiosas y el Estado.
Dado  que la  sociedad se caracteriza por el pluralismo: Pluralidad de razas, de culturas, de lenguas, de tipos de familia,  de nacionalidades, ..   y también de creencias religiosas (incluida la no creencia), el Estado debería abordar sus actuaciones en esta materia, desde la más estricta y exquisita neutralidad.
Hace aproximadamente una año, escribía en estas mismas páginas sobre la no laicidad de las instituciones valencianas, con multitud de simbología religiosa católica en Les Corts, consellerias, ayuntamientos, ambulatorios, colegios públicos,....
Pasado el año, todo sigue igual. Las razones que se aducen de entrada, las que afloran en superficie, las más socorridas, las que apenas admiten réplica, son: Que no es el momento y que se trata de un tema cultural y de tradición.
¿Y porque no es el momento ?. Quienes tienen que aprobar las leyes, quienes han de obrar con neutralidad en materia religiosa, son los políticos, personajes que a lo lago de los tiempos han demostrado, sobradamente, que su primera preocupación son los votos. Y claro, con la que está cayendo de paro, desahucios, pobreza económica, contratos basura, corrupción, Cataluña, ..... lo que menos importa ahora es la laicidad del Estado, y en conclusión, dado que es un tema del que no hay votos que sacar, ningún político mueve un dedo.
Curiosamente, cuando como ciudadanas de a pie,  conseguimos, oh milagro, hablar con estos personajes de la política, individualmente, de uno en uno, al menos todos los que se autoetiquetan de progresistas, están de acuerdo en que la laicidad es un instrumento para hacer más libre la sociedad, más democrática, más justa puesto que el laicismo  respeta derechos, pero  elimina  privilegios.
 ¿Qué transformación ocurre cuando estas individualidades se reúnen en sus comités centrales, sus comités federales o sus consejos ciudadanos para que lo que individualmente está claro, es justo y necesario, en colectividad se rechaza o simplemente se ignora ?.
¿Qué ocurre para que la voluntad colectiva de los partidos políticos difiera totalmente de la voluntad individual de sus componente?. ¿Es el miedo a perder el cargo o enfrentarse a los aparatos, la mediocridad, nos mienten cuando individualmente dicen apoyar la laicidad?.
El otro socorrido argumento al que recurre la clase política para no actuar en pos de la laicidad, es que las manifestaciones religiosas son cultura y tradición, curiosamente los mismos argumentos que usa la España retrógrada y cañí, para justificar la tauromaquia, o sea, la tortura y muerte de animales con el único objetivo del divertimento.
Si hubiera una cultura crítica, entenderíamos  que en lugares públicos, la neutralidad ha der exquisita para que, precisamente, todas las personas (independientemente de sus creencias o no creencias) puedan sentirse a gusto y no tener que soportar la  particular simbología de los unos y los otros.
Si hubiera cultura sólida, reconoceríamos que todas las religiones exigen tolerancia a sus manifestaciones públicas y dicen sentirse perseguidas cuando no tienen el poder político, pero son intolerantes hasta la médula en aquellos lugares donde si tienen ese poder.
Si hablamos de tradiciones, y dado que éstas muchas veces sirven de excusa para justificar multitud de actos aberrantes, no deberíamos usarlas de pretexto para exhibir en lugares públicos, unos ritos, unas costumbres, una simbología que practica, va dirigida, o es del agrado, sólo de una parte de la sociedad. Y no sirve el argumento que esa parte de la sociedad es mayoritaria, porque si algún día los musulmanes son mayoritarios, ¿qué vamos a hacer? ¿el ramadán o la matanza del cordero en el salón de cristal del ayuntamiento?

La verdad es que después de tantos años,  el movimiento laicista ya no espera nada de esta generación política, pero consideramos nuestra obligación el seguir insistiendo en que la laicidad es un instrumento indispensable para obtener un orden político basado en derechos y obligaciones ciudadanas comunes a todos, y no en identidades étnicas, nacionales, lingüísticas o religiosas.

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