Artículo de Marc Cabanilles
Publicado el 25.10.2018
NO PERDAMOS EL TIEMPO
La Generalitat Valenciana
ha invitado a diversas organizaciones (entre ellas a los ateos) a un proceso de
elaboración de una estrategia valenciana para la igualdad de trato y la no
discriminación.
Loable intento
burocrático de justificar unos cargos, unos presupuestos, unos informes y unas
conclusiones que al menos, en el área sectorial de Entidades Religiosas, Laicas
y Ateas, para los ateos, no tienen ningún sentido, pues se parte de un total desapego
a la realidad.
La iglesia católica,
entre subvenciones, sueldos y exenciones recibe cerca de 12.000 millones.
Dispone de unos aparatos
de propaganda, tanto privados (pagados con dinero público), como públicos (las
televisiones estatal o autonómicas) para hacer llegar sus mensajes.
Cristianos (y dentro de
poco los islamistas) disponen del privilegio de adoctrinar desde la más tierna
infancia, enseñando sus dogmas y creencias (supercherías desde el punto de
vista ateo), tanto en colegios concertados (sostenidos con dinero público),
como en los colegios públicos.
¿Donde está la igualdad
de trato ? ¿ Cómo nos vamos a sentar los
ateos a hablar con unas instituciones, cuya esencia y funcionamiento, se basa en la
discriminación y el privilegio?
Las administraciones
públicas, engullidas en su propia burocracia, dicen querer identificar las
situaciones de discriminación, como si no fuera bastante evidentes sin
necesidad de reuniones sectoriales, ni pesados informes encargados a precio de
oro.
Unas administraciones que
dicen estar preocupadas en buscar instrumentos de lucha contra la
discriminación, pero cuya única ocurrencia consiste en sentar a la misma mesa a
David y Goliat, cuidando, eso sí, que David no disponga de su honda con la que
pueda enfrentarse a Goliat.
Partiendo de la realidad,
habría que poner en duda y cuestionar ciertas ideas, estereotipos y prejuicios
que hacen insoportable la más mínima convivencia pacífica, salvo que el sector
estereotipado y prejuiciado, agache la cabeza, se resigne, y entonces sí, aquí
paz y allá gloria.
¿Cómo se va a lograr todo
eso, sentando en una misma mesa a las todopoderosas maquinarias católicas,
islámicas, evangelistas, etc. plagadas de profesionales del charlataneo, de la
psicología de masas, ancladas a sus textos sagrados, junto a voluntariosas
personas laicas o ateas que únicamente disponen de la herramienta del sentido
común ?
Alguien puede afirmar que
los ateos no queremos dialogar. Claro que queremos dialogar. Pero antes de
empezar ese pseudo diálogo que propone la administración, deberían erradicarse
unos privilegios ya plenamente identificados y más propios de la Edad Media que
del siglo XXI.
De nada sirve hablar de
la igualdad entre hombre y mujer, cuando los interlocutores más poderosos, con
más recursos, con toda su maquinaria proselitista, se dedican a propagar la
idea de que la mujer es inferior al hombre, habiendo publicado incluso libros
de como pegarlas sin que se note.
¿ Que acuerdos pueden
salir en cuanto a igualdad de trato a los colectivos LGTBI, cuando los
cristianos arremeten duramente contra ellos, y los islamistas los tienen
sepultados en vida o condenados a muerte?
¿A qué conclusiones
podemos llegar respecto a la infancia, cuando la mayor fuente de pederastia la
constituyen los sacerdotes, que además son protegidos por toda la jerarquía ?.
¿Qué finalidad tendría
aprobar unas medidas de sensibilización y no discriminación, que para ser
efectivas, necesariamente han de chocar con la filosofía y los escritos que las
confesiones religiosas tienen por palabra de un supuesto dios ?
Como personas
individuales, podemos perder el norte, desvariar en nuestros pensamientos, pero
eso no debería ocurrir en unas instituciones públicas plagadas de cargos universitarios
con sus correspondientes másteres, que deberían tener claro, como primer paso
para luchar contra la discriminación, el quitar los privilegios a unas
instituciones cuya supremacía se basa precisamente en el mantenimiento de las
discriminaciones.
No perdamos pues el
tiempo, en unas actuaciones donde la única igualdad y no discriminación que se
vislumbra, es la de la mesa y las sillas donde estaríamos sentados.
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