divendres, 26 d’octubre del 2018

Artículo "NO PERDAMOS EL TIEMPO"


Artículo de Marc Cabanilles


Publicado el 25.10.2018


NO PERDAMOS EL TIEMPO



La Generalitat Valenciana ha invitado a diversas organizaciones (entre ellas a los ateos) a un proceso de elaboración de una estrategia valenciana para la igualdad de trato y la no discriminación.
Loable intento burocrático de justificar unos cargos, unos presupuestos, unos informes y unas conclusiones que al menos, en el área sectorial de Entidades Religiosas, Laicas y Ateas, para los ateos, no tienen ningún sentido, pues se parte de un total desapego a la realidad.
La iglesia católica, entre subvenciones, sueldos y exenciones recibe cerca de 12.000 millones.
Dispone de unos aparatos de propaganda, tanto privados (pagados con dinero público), como públicos (las televisiones estatal o autonómicas) para hacer llegar sus mensajes.
Cristianos (y dentro de poco los islamistas) disponen del privilegio de adoctrinar desde la más tierna infancia, enseñando sus dogmas y creencias (supercherías desde el punto de vista ateo), tanto en colegios concertados (sostenidos con dinero público), como en los colegios públicos.
¿Donde está la igualdad de trato ?  ¿ Cómo nos vamos a sentar los ateos a hablar con unas instituciones, cuya esencia  y funcionamiento, se basa en la discriminación y el privilegio?
Las administraciones públicas, engullidas en su propia burocracia, dicen querer identificar las situaciones de discriminación, como si no fuera bastante evidentes sin necesidad de reuniones sectoriales, ni pesados informes encargados a precio de oro.
Unas administraciones que dicen estar preocupadas en buscar instrumentos de lucha contra la discriminación, pero cuya única ocurrencia consiste en sentar a la misma mesa a David y Goliat, cuidando, eso sí, que David no disponga de su honda con la que pueda enfrentarse a Goliat.
Partiendo de la realidad, habría que poner en duda y cuestionar ciertas ideas, estereotipos y prejuicios que hacen insoportable la más mínima convivencia pacífica, salvo que el sector estereotipado y prejuiciado, agache la cabeza, se resigne, y entonces sí, aquí paz y allá gloria.
¿Cómo se va a lograr todo eso, sentando en una misma mesa a las todopoderosas maquinarias católicas, islámicas, evangelistas, etc. plagadas de profesionales del charlataneo, de la psicología de masas, ancladas a sus textos sagrados, junto a voluntariosas personas laicas o ateas que únicamente disponen de la herramienta del sentido común ?
Alguien puede afirmar que los ateos no queremos dialogar. Claro que queremos dialogar. Pero antes de empezar ese pseudo diálogo que propone la administración, deberían erradicarse unos privilegios ya plenamente identificados y más propios de la Edad Media que del siglo XXI.
De nada sirve hablar de la igualdad entre hombre y mujer, cuando los interlocutores más poderosos, con más recursos, con toda su maquinaria proselitista, se dedican a propagar la idea de que la mujer es inferior al hombre, habiendo publicado incluso libros de como pegarlas sin que se note.
¿ Que acuerdos pueden salir en cuanto a igualdad de trato a los colectivos LGTBI, cuando los cristianos arremeten duramente contra ellos, y los islamistas los tienen sepultados en vida o condenados a muerte?
¿A qué conclusiones podemos llegar respecto a la infancia, cuando la mayor fuente de pederastia la constituyen los sacerdotes, que además son protegidos por toda la jerarquía ?.
¿Qué finalidad tendría aprobar unas medidas de sensibilización y no discriminación, que para ser efectivas, necesariamente han de chocar con la filosofía y los escritos que las confesiones religiosas tienen por palabra de un supuesto dios ?
Como personas individuales, podemos perder el norte, desvariar en nuestros pensamientos, pero eso no debería ocurrir en unas instituciones públicas plagadas de cargos universitarios con sus correspondientes másteres, que deberían tener claro, como primer paso para luchar contra la discriminación, el quitar los privilegios a unas instituciones cuya supremacía se basa precisamente en el mantenimiento de las discriminaciones.
No perdamos pues el tiempo, en unas actuaciones donde la única igualdad y no discriminación que se vislumbra, es la de la mesa y las sillas donde estaríamos sentados.

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