Doctora en Filosofía y Vicepresidenta de AVALL
Publicado el 28-11-2017 en
OTRA MUJER CONFIESA QUE LA HAN VIOLADO
“Confesó que la habían violado…”. Tal actriz, periodista, secretaria… vamos, tal mujer, confiesa haber sufrido abusos, acoso, haber sido violada en el pasado o recientemente, por tal director de cine, productor, etc., vamos, por alguien, un hombre, con más poder que ella. Resulta habitual en estos días leer y escuchar el relato que incluye la expresión “confiesa haber sido violada” en los medios de comunicación, incluidas las redes sociales. Con más frecuencia aún desde que están saliendo a la luz los casos de acoso y violencia sexual perpetrados por políticos, directores de cine, personajes famosos, hombres en situación de poder en definitiva.
Sin embargo, a nadie se le ocurriría confesar que ha sufrido un robo, el atropello de un vehículo, una agresión… Se confiesa, es decir, se reconoce a regañadientes, aquello que avergüenza. Por eso la víctima de un delito no confiesa, la víctima denuncia, acusa al agresor, al delincuente, al culpable. Incluso cuando se sufre una estafa, un engaño, cuando alguien se ha aprovechado de nuestra buena fe, se habla de “haber sido víctima de”, se denuncia el caso, no se confiesa haberlo padecido.
Pero desde los valores que la sociedad patriarcal imperante trata de imponer, se quiere convencer a las mujeres en particular y todos los ciudadanos en general de que, en el caso de los delitos cometidos por varones contra las mujeres, la vergüenza, el deshonor, la culpa, es de la mujer, de la víctima y no del hombre agresor. Y el imperio de estos valores patriarcales es tan omnímodo que trasciende hasta el lenguaje periodístico, muchas veces sin intención consciente por parte del periodista. El periodista solo pretende, seguramente, ser y mostrarse comprensivo con la vergüenza que supuestamente debe sentir la mujer violada. ¿Vergüenza la víctima? ¿Vergüenza de qué? Vergüenza, oprobio, escarnio y condena social es lo que debe caer sobre el agresor. El rechazo de los otros varones, el aislamiento social.
Mientras que solidaridad y respeto es lo que ha de mostrar una sociedad justa hacia las víctimas de esa barbarie. ¿O es que acaso el colectivo masculino se identifica con los violadores, los agresores y por eso es su cómplice desde el silencio? Si no es así, ya están tardando los varones en demostrarlo, desde los juzgados, desde las comisarías, las universidades, los hospitales, incluso desde los más cotidianos lugares de encuentro, el centro de trabajo, el bar del café matutino o la tertulia deportiva.
¿Es difícil hacerlo, verdad, apreciados varones? Los energúmenos machistas son peligrosos. Y cuando detentan algún poder social o económico todavía más. Pero, o les declaráis la guerra abiertamente o sois sus cómplices. A vosotros os corresponde decidir.