dimarts, 15 de gener del 2019

Artículo "IMPOSIBLE RESPETO A LA BIBLIA"

Article de Marc Cabanilles



Número 108   




No me importa lo más mínimo que alguien se me ofenda. Porque si hablamos de motivos para ofenderse, bastantes motivos tendría yo, acumulados a lo largo de siglos de mentiras, ignominias, crímenes, censuras, violaciones, esclavitudes, venganzas, persecuciones, .... todo ello amparado bajo la Biblia.
Y antes que me digan lo que supongo me van a decir, ya les adelanto que, en un próximo escrito, quizás hablemos del Corán.
¿Qué hay de malo en despreciar, provocar, incitar a cagarse en unas religiones, si las actividades, los procedimientos o las acciones que promueve dichas religiones, son tan impresentables, intolerables, irracionales, abusivas, represivas o despreciadoras de los derechos humanos, de los derechos animales o del sentido común?. ¿Acaso hay que ser respetuosos (falsamente) con quien no respeta nada que no concuerde con sus doctrinas y preceptos ?
Mi propósito es, de forma sencilla y lo más amena posible, resaltar algunos aspectos que justifican, de sobra, el título de este articulo. Y para ello, quisiera centrarme en dos asuntos, de los muchos que podría destacar en semejante mamotreto. Serían aspectos y actitudes relativas a las mujeres y a los animales.
A estas alturas negar que la Biblia es un libro machista, denota ser parte interesada en el cuento o estar poco informado. Para empezar se habla de un "dios" al que se le llama "señor", nunca "señora", y cuando por aburrimiento decide bajar a la Tierra, lo hace en forma de "hombre", iniciando una gira turística seguido por doce "amigotes", ninguno de ellos mujer.
Mal empieza el libro para la mujer con tres hechos destacables. El primero que la mujer sale de una costilla del hombre, señal de la poca importancia que se daba al resultado de tal mutilación. El segundo, presentándola como un ser débil, que fácilmente sucumbe al engaño del diablo en forma de serpiente (un animal que pagará "ad eternam" las consecuencias de ese capricho divino). Y por último, condenando a la mujer a parir con dolor y a ser dominada por el marido.
Según la Biblia, no es decoroso que las mujeres hablen en público, por tanto, las podemos hacer callar en las reuniones y si siguen teniendo interés en el tema, amablemente se les puede indicar que se vayan a su casa y pregunten al marido.
Según la Biblia, tras una guerra, los vencedores podrán pasar a cuchillo a niños y mujeres, eso sí, dejando  con vida a las vírgenes.
Según la Biblia, el pene es sagrado (no dice nada de la vagina), puesto que si en una pelea entre varones, la mujer sale en defensa del marido y agarra al otro por los genitales, se le cortará la mano a la mujer sin ningún tipo de compasión.
Para la Biblia, compendio de sabiduría y equidad, a la hora de ofrecer una promesa a su dios, tasa a las personas según su edad y sexo. Un hombre de entre veinte y sesenta años vale quinientos gramos de plata, pero una mujer de la misma edad, vale trescientos.
Mismo ninguneo en lo que respecta a la edad. En la Biblia se encuentran múltiples referencias a la longevidad de muchísimos hombres. Con más de 900 años (Adán, Set, Enós, Caín, Matusalén, Noé..). con más de 150 (Abraham, Isaac, Jacob,..) y muchos más con más de 100 años. Pero en toda la Biblia, sólo hay una referencia a la edad de una mujer, Sara, que con 90 años recibió la promesa de engendrar a Isaac.
Seguimos con este viacrucis indecente sobre la mujer.
Aunque los prebostes de la ortodoxia nos enseñan aquello de "No codiciarás los bienes ajenos", lo que realmente dice la Biblia es que no desearás la casa del prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su buey , ni su asno. O sea, que a efectos de pertenencia, la mujer no es más que una propiedad más del hombre, igual que su asno.
Hasta vomitivo se me está haciendo escribir todo esto, pero me he comprometido y he de seguir.
No sé porque se empeña la sociedad en promover la igualdad de género, intentando poner a la mujer en puestos de responsabilidad. Ya nos dice claramente la Biblia, que con dificultad se puede encontrar un varón cabal entre otros mil, pero mujer cabal, ni una entre todas. La conclusión parece evidente. 

Siguiendo indicaciones bíblicas, si un hombre detecta que su mujer no llegó virgen al matrimonio, todos los  hombres empadronados en la misma ciudad podrán apedrear a la mujer hasta que muera, para de esa forma hacer desaparecer el mal.  De la virginidad del hombre nada dice.
Y para terminar este tour bíblico dedicado a la mujer, nos faltaría recordar (por si a alguien se le ha olvidado), que la mujer cuando da a luz es impura, pero, pero... si encima de a luz a una niña es doblemente impura. Palabra de dios.
Tampoco quisiera olvidar a "grandes" personajes, tenidos por intelectuales o sabios, pero que dedicados como estuvieron al estudio de tan lamentable libro, no escaparon a esa misoginia que destila por sus cuatro costados.
Hablo de personajes como san Agustín que tiene claro que la mujeres son la puerta del diablo. O de santo Tomás de Aquino, que no veía qué utilidad podría tener una mujer para el hombre, excepto la de parir. O el tal Lutero, que con gran sabiduría afirma que las niñas hablan y caminan antes que los niños porque la mala hierba crece más rápido que las buenas semillas.
La hoy tan venerada virgen María, no fue objeto de culto hasta el siglo X, cuando pasó de ser una persona fría y distante, a una madre gentil y misericordiosa. Diez siglos de olvido.
Y ya en tiempos actuales, no hace falta ir muy lejos para ver publicaciones como el libro de “Cásate y sé sumisa” del Arzobispo de Granada, donde podemos leer frases como “Debes someterte a él. Cuando tengas que elegir entre lo que te gusta a ti y lo que te gusta a él, elige a su favor". En este caso, no es palabra de dios, sino palabra del obispo.
Con la excusa de una divinidad masculina, a lo largo de siglos se ha transmitido una supuesta superioridad del hombre respecto a la mujer, otorgando un papel muy claro como esposa, madre, sirvienta y ama de casa.
Las consecuencias de esto han sido soportadas en carne propia por las mujeres durante muchos siglos, y aunque recientemente, en la medida que la sociedad se volvió más laica, han logrado algún trato más igualitario en las sociedades modernas, todavía, discriminaciones de todo tipo y violencias específicamente de género, siguen teniendo a millones de mujeres como víctimas.
Todavía no hemos llegado a entender que como género humano, vivir LA VIDA (con mayúsculas), supone admitir que no hay que hacer ningún tipo de distinción cuando se trata de asumir deberes y disfrutar derechos.

En fin, pasemos al capítulo de los animales, porque el de las mujeres daría para varias páginas más (las brujas quemadas por la inquisición, aborto, el papel subsidiario otorgado a la mujer,.....) a cual barbaridad e insensatez más grande.
Como en el aspecto de la mujer, también con los animales se empezó con mal pie. Para tantear la docilidad de Adán y Eva, usó a una serpiente, a partir de lo cual, este animal quedó estigmatizado de por vida, sin tener ninguna culpa. Aún en los tiempos actuales (según reputados teólogos como un obispo irlandés del siglo XVII, la creación se produce el domingo 23 de octubre del año 4004 antes de Cristo), todavía se arrastra el pobre animal, sin levantar cabeza.
Pasados algunos siglos, la chapuza fue de tal calibre, que ese dios sabelotodo decidió empezar casi desde cero.  ¿Cómo?  Castigando la maldad del hombre con el diluvio universal, del que sólo se salvó la familia de Noé y una pareja de cada especie animal. Pero, ¿porqué mató a no sólo personas, sino también a todos los animales?  ¿Qué culpa tenían de la maldad del hombre?  ¿Porque tenían que pagar ellos por nosotros?
No terminó aquí la odisea de ser animal en un mundo creado por tan insigne arquitecto, que rivaliza con Calatrava en el reguero de chapuzas esparcidas con sus actuaciones. Hablemos de sacrificios.
Si una colectividad ha pecado, ofrecerá un novillo.
Si el que peca es un jefe, degollará un macho cabrío.
Si un hombre tiene relaciones con una esclava, ofrecerá en sacrifico una hembra de oveja o cabra.
Si un hombre tiene relaciones con un animal, morirán él y el animal. Si es una mujer la que se deja cubrir, también morirán los dos (véase la sutileza: El hombre "tiene", la mujer "se deja").
Y así toda una variedad de animales ofrecidos en sacrifico un día detrás de otro, por cualquier motivo intranscendente: Cabras, tórtolas, vacas, chivos corderos, carneros, ovejas, pichones .... degollados, despanzurrados, quemados, ahogados a mayor gloria de no se sabe muy bien qué.
Sigamos avanzando. ¿ Qué hay de los animales en el Evangelio ?
Pues a poco de busquemos veremos una piara de dos mil cerdos a los que Cristo les metió el demonio que previamente había sacado de un endemoniado. Hizo correr a los cerdos hasta el mar y se ahogaron. Dos mil cerdos que no tenían ninguna culpa y que ni por asomo se le ocurrió pagar a sus dueños.
A pesar que Cristo mismo, se dice que nació entra animales: Un burro y una  vaca que con su aliento le calentaban en un pesebre recién nacido. A pesar que vemos borricos en los que su familia inmigrante se trasladó a Belén, o que los montó Cristo para hacer su entrada en Jerusalén, no hay en todos los evangelios, ni en los buenos ni en los desaparecidos ni en los falsos, una palabra de amor, aliento, compasión o agradecimiento hacia esos animales. No sólo nunca su infinito amor, le llegó para darles aunque fuera las gracias por los servicios prestados, sino que incluso como buen judío, para quienes los perros son seres inmundos, usó la palabra "perro" para insultar a los paganos.
Más adelante, los padres y doctores de la iglesia, también nos deleitan con toda una muestra de zoología, usada como insulto:
San Atanasio llama a los arrianos, "escarabajos"
San Agustín llama a los idólatras, "ranas" y a los judíos "lobos"
San Hilario los llama "bandada de cuervos"
San Juan Crisóstomo considera a "los judíos peores que los cerdos, los machos cabríos y todos los lobos juntos". A las sinagogas las llama "cubil de bestias inmundas" y a los herejes "perros que ladran".
San Jerónimo (el de la Vulgata, la traducción más conocida de la biblia), llama a los herejes, "asnos de dos pies".
San  Agustín de Hipona decía que el que mata al buey ajeno, no peca por matar al buey,  sino por perjudicar al dueño.
Santo Tomas de Aquino decía que la caridad no debe extenderse a los animales por tres razones:
El bien sólo puede ser poseído por criaturas racionales. No tenemos comunidad de afectos con ellos. Y la caridad se basa en la felicidad eterna, cosa que los irracionales no pueden alcanzar.

Con todo este plantel de opinantes, durante siglos y siglos, no resulta extraño que a mediados del siglo XIX, el papa Pio IX, impidiera que se fundara en Roma la Sociedad para la Prevención de la Crueldad con los Animales, argumentando que los animales no tienen ningún valor intrínseco, y que nuestro comportamiento con ellos no debe guiarse por consideraciones morales, puesto que eso implicaría reconocer que los humanos tenemos obligaciones con ellos.
Así pues, vistos estos antecedentes, nos encontramos con que aleccionados por la biblia y los evangelios, dos mil millones de cristianos, mil cuatrocientos millones de musulmanes y diez millones de judíos (el dios bíblico es común a las tres supercherías), se sienten con el santo derecho de disponer como les plazca de los animales: Matarlos, comerlos, enjaularlos, cazarlos, lanzarlos al vacio, rajarlos, esclavizarlos, usarlos como diversión en plazas de toros, galleras, circos, festejos populares.
Podemos cazarlos impunemente, hacer teclas de piano con sus colmillos, hacernos adornos con sus caparazones, abrigos con sus pieles, divertirnos con su sufrimiento, etc.,..... todo ello con la conciencia tranquila, y sin poner en riesgo nuestra salvación eterna, porque total, como no son como nosotros ni sienten ningún dolor.
Pocas veces queda tan claro y tan patente como en el caso de los animales, que la idea de Dios no es más que un pretexto, una idea abstracta, una excusa que cada pueblo, en cada instante, usa para justificar sus actuaciones y darles el acomodo que convenga.
Y si eso es así, podemos deducir que el hombre no es el rey de ninguna creación. Es una especie más entre millones que comparten un pasado en común de miles de millones de años. El genoma de los gorilas y orangutanes coincide en un 98% con los humanos, y el del chimpancé en un 99%. El ciclo menstrual de la hembra del chimpancé es idéntico al de la mujer. Y si alguien tiene cualquier duda, sólo debe acercarse a un zoo, y aunque sea a través de un grueso cristal, mirar a un gorila a la cara, a sus ojos, a sus dientes. Mirar sus manos. No hay que saber nada de biología molecular ni evolutiva para ver el absoluto parentesco, pelo más, pelo menos. Los animales son compañeros nuestros en el viaje de la vida sobre este planeta. Son por tanto nuestros prójimos y merecen nuestro respeto.
Teniendo en cuenta estos aspectos, y otros que no hemos desarrollado (la homosexualidad, el control de natalidad, el aborto, la evolución de las especies, etc., son rechazados  basándose en la autoría "divina" de tan execrable libro), irrespetar o cagarse en la Biblia es mucho más decente y profiláctico que basar nuestra ética en un libro que representa todo lo contrario a un mínimo estándar sobrenatural de bondad y armonía, que sería lo esperable si hubiera sido inspirada por un creador Bondadoso, Todopoderoso y Omnisciente, preocupado de que sus criaturas recibieran nítidamente sus indicaciones y en consecuencia, actuaran clara y rectamente.
Un libro, la Biblia, producto de los pensamientos de unas cuantas generaciones de las gentes más vulgares de su época, en una de las zonas más tristes de la tierra, plasmando su odio a la vida y al progreso. Un libro lleno de contradicciones que ha creado unas religiones en las que se sustentan auténticas organizaciones mafiosas y criminales, a las que no bastó acumular poder y riquezas, sino que, además,  causaron siglos de oscurantismo por su freno a la ciencia.
Para terminar, podría pedir perdón por si a alguien le resultan ofensivas estas líneas, o las cree irreverentes, incluso falsas o sacadas de contexto, pero visto lo visto, es preferible esta forma de decir las cosas, que no usando la fuerza, la represión, el miedo, el soborno, la esclavitud o el lavado de cerebro que tanto usan, precisamente quienes más se ofenden.
No se puede respetar aquello que no merece ningún respeto.

Artículo "LIBERTAD PARA CAGARSE EN 10.000 DIOSES"

Article de Miguel Hernández


Número 108  

Las grandes religiones monoteístas son proselitistas y desaprueban al resto de creencias que puedan entrar en competencia en su mismo mercado. Hasta aquí comparten características con otros sistemas ideológicos. Lo que les diferencia es su extraordinaria susceptibilidad y agresividad ante cualquier crítica. Un comentario que cuestione, o incluso matice, su veracidad o conveniencia, es interpretado como una agresión a su libertad religiosa. Se sienten ofendidos, atacados, humillados, y reaccionan con violencia verbal o incluso física. Según Mariano Chóliz[1], en la mayoría de los casos se trata de una estratagema, gracias a la cual se logra: 1) cohesionar al grupo de creyentes frente a un enemigo común externo; 2) evitar que éstos piensen y se cuestionen esos contenidos imposibles de demostrar y difíciles de creer; y 3) desviar el debate a los propios críticos. Acusan a los laicos de intolerantes porque éstos no están dispuestos a dejarse imponer sus creencias. Si tan seguros están de la bondad de su doctrina, si tan positivos son sus “valores” y las enseñanzas de sus fábulas, ¿por qué esa obsesión por adoctrinar a los niños en el colegio, antes de que puedan desarrollar su sentido crítico? ¿Si su dios es omnipotente, por qué necesita que salga un triste mortal o un grupo de ellos a “defenderlo”? ¿Por qué no se limitan “a difundir su prédica entre sus fieles y a observar el culto en sus templos y dejar a los demás en paz”?

            Las creencias religiosas son fantasiosas y difícilmente creíbles, de ahí la importancia del adoctrinamiento continuado desde la infancia. Los ritos y las liturgias tienen esa función, reafirmar la fe, impedir el análisis de lo que se afirma. Si, como decía Goebbels, “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, una frase, una oración, un gesto, puede acabar teniendo un significado para aquel a quien han obligado a repetirlo mil veces. Además, no se cree a pesar de que sea absurdo, sino, como sostenía Tertuliano, precisamente por que es absurdo. Por tanto, de nada vale esgrimir argumentos racionales para discutirlos. Por esa razón el arma más eficaz contra todas las religiones es el humor ya que permite situarse en un plano de la discusión inesperado y para el cual ya no resulta válida la repetición mecánica del discurso, de ahí la indignación y la furia. El humor evidencia sus errores y desvela la auténtica naturaleza ridícula y absurda de sus planteamientos. Como ya se ha dicho aquí en alguna ocasión, si no quieren que nos riamos de sus creencias que no tengan unas creencias tan graciosas.
AVALL en 2009 intentó contratar a la Empresa Municipal de Transporte de Valencia para que incluyera en 2 autobuses de la ciudad publicidad con el siguiente lema: "Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida". Como se puede ver, un texto tremendamente violento y grosero. La alcaldesa Rita Barberá, por decisión propia, lo prohibió, y no solo eso, sino que alardeó públicamente de ello. Poco tiempo después, en esos autobuses municipales se hacía publicidad de una empresa dedicada a la prostitución de lujo.
Durante 4 años, del 2011 al 2014, nuestros compañeros madrileños[2] solicitaron permiso a la Delegación de Gobierno para realizar la mal llamada “procesión atea” el día de “Jueves Santo”. La respuesta fue siempre la misma, denegarla. Parece ser que ese día la calle pertenece a los católicos, pero no lo parece, es que lo es, y no solo ese día. La justificación era no causar “problemas gratuitos”, “evitar los excesos”, “no molestar en asuntos de religión”, e incluso invocaban la propia seguridad de sus intervinientes, es decir, que lo hacían por su propio bien. Aquí no solo se conculcaba la libertad de expresión sino también la libertad de reunión. Una vez derrotados en todas las instancias judiciales estatales, están esperando la resolución del Tribunal de Estrasburgo.
            El 1 de mayo de 2014 un grupo de mujeres en Sevilla saca a la calle en andas una vagina de látex bajo el nombre “Procesión de la Anarcofradía del santísimo coño insumiso y el santo entierro de los derechos socio-laborales”. Los católicos pueden invadir periódicamente las calles, imponer sus símbolos, recibir dinero público, comprar medios de comunicación, imponer su calendario laboral y escolar, hacer declaraciones misóginas y homófobas, proteger a miles de pederastas, etc, pero si alguien, durante unos minutos, sin subvenciones, de manera modesta, les parodia en la vía pública no pueden soportarlo. Algunos si pudieran incluso las matarían. Y si Willy Toledo les apoya y se caga en su dios merece que el Estado le persiga. De ahí que su respuesta en una entrevista fuera el humor: “Verá, yo soy adorador de Satán. Ustedes, en la iglesia católica, apostólica, pederasta y romana no paran de insultar a Satán continuamente llamándole ‘el maligno’. Bueno, pues a mi me ofende mis sentimientos religiosos satánicos…”. Esto no es solo una salida ingeniosa, sino una invitación a la reflexión.
En el debate público supuestamente existe libertad de expresión, por tanto se pueden confrontar ideas y opiniones. Sin embargo existe una ideología que merece una especial protección por parte del Estado: la religión mayoritaria. Lo que pueda ofender a las minorías, sean estas de otras religiones, miembros del movimiento LGTBI o ateos nunca se cuestiona y siempre queda amparado por la libertad de expresión. Uno de los supuestos teóricos de la democracia burguesa es que la mayoría decide pero que se respeta a las minorías. Sin embargo, los intermediarios en la Tierra de estos poderosos seres imaginarios siempre tienen la mandíbula de cristal y el puño de hierro. ¿Algún juez admitiría a trámite la denuncia de un gay contra los editores del Levítico por delito de odio, homofobia e incitación a la violencia, o de algún ateo contra aquellos que dicen que Stalin mató a millones de personas por ser ateo? No, y tampoco lo pretendemos. Es la inteligencia del que escucha quien debe decidir sobre la pertinencia de los argumentos esgrimidos y no limitar el debate por miedo al Código Penal. Donde se limita la palabra también se limita el pensamiento.
Además, no existe el derecho humano a no ser ofendido. La ofensa o no de los sentimientos religiosos depende más de quien se siente ofendido que del ofensor. ¿Dónde se sitúa la raya en cada caso? Se quiere convertir al Estado en policía de la doctrina y los dogmas de una religión, que formule juicios sobre la ortodoxia o sobre la valoración que merecen unas opiniones en materia confesional, algo propio de países teocráticos. Algunos de esos hay todavía, como Arabia Saudí o el Vaticano, pero en otros 71 países se mantiene algún tipo de especial protección a la religión mayoritaria, España entre ellos.
            Por otra parte, resulta ridículo que el objeto jurídico protegido sean los sentimientos. Además, ¿por qué los sentimientos religiosos y no los políticos? ¿El Estado debe proteger con penas de multa y cárcel los sentimientos socialdemócratas? Grotesco. ¿El ámbito de lo religioso debe ser un terreno prohibido para la incursión de músicos, dramaturgos, pintores, filósofos, científicos, periodistas o cualquier crítico con un credo? ¿También serían blasfemias las declaraciones científicas que contradicen las estupideces sostenidas durante siglos sobre el universo o la vida? La mejor versión de Occidente se construyó a partir de las “blasfemias” de Galileo, Darwin o Hawking. ¿Y cómo se gestionarían las blasfemias que los fundadores de unas religiones han dicho sobre otras que ya existían? A lo largo de la historia los seres humanos han creado unos 10.000 dioses. La mayoría han muerto, es decir, ha muerto la última persona que creía en ellos, y por tanto se han convertido en mitos. Ahí están, por ejemplo, las mitologías griega y romana.
            Este debate no es simplemente el conflicto entre la libertad de expresión y la fe, sino el choque entre afirmaciones contrarias sobre la conciencia. ¿Cuáles serían los límites? No hace falta ser jurista para alcanzar a comprender que solo hay dos razonables. El primero sería la protección al honor de individuos o grupos concretos. Por ejemplo, si yo digo que un sacerdote, un imán o un rabino con nombre y apellidos es un pederasta o bien presento las pruebas o si no estoy difamándole. Todas las personas, incluidas ellas, tienen derecho a que no se digan mentiras públicamente sobre su comportamiento. El segundo sería la incitación directa a la violencia. Por ejemplo, animar públicamente a incendiar un templo religioso o agredir a un miembro de una confesión religiosa por el hecho de serlo. Pero estos dos supuestos ya están incluidos en la legislación común, es decir, la que afecta a todo el mundo, y no tiene sentido que merezca una protección especial en función de unas creencias por el mero hecho de pertenecer a ellas, por sí mismas. El creyente de una religión no debería tener derecho a poner sus creencias por encima del derecho de todos a la libertad de expresión y a la libertad de conciencia. Y si ésta en ocasiones incluye la grosería, la mala educación o la sátira cruel sobre su simbología el público lo juzgará, pero no tiene ningún sentido que lo haga un juez. Es el precio a pagar por poder gozar de la discusión inteligente, de la crítica certera y del avance científico. Es el principio que ha sido alcanzado en algunos países a partir de siglos de derramamiento de mucha sangre. Es precisamente en la irreflexión, en la ignorancia, en la genuflexión acrítica donde se permite florecer al odio y a la maldad. En una sociedad con personas inteligentes y críticas, donde la información crece exponencialmente y puede ser contrastada, impugnada o discutida, no necesitamos que nadie, y menos un Estado o un sacerdote, nos diga lo que podemos ver, oír o pensar.


[1] Elogio del ateísmo, Mariano Chóliz, Buenos Aires, Deauno, 2009, p. 134.
[2] AMAL, Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores.