Número 108
No me importa lo más mínimo que alguien se me ofenda. Porque si hablamos de
motivos para ofenderse, bastantes motivos tendría yo, acumulados a lo largo de
siglos de mentiras, ignominias, crímenes, censuras, violaciones, esclavitudes, venganzas,
persecuciones, .... todo ello amparado bajo la Biblia.
Y antes que me digan lo que supongo me van a decir, ya les adelanto que, en
un próximo escrito, quizás hablemos del Corán.
¿Qué hay de malo en despreciar, provocar, incitar a cagarse en unas religiones,
si las actividades, los procedimientos o las acciones que promueve dichas
religiones, son tan impresentables, intolerables, irracionales, abusivas,
represivas o despreciadoras de los derechos humanos, de los derechos animales o
del sentido común?. ¿Acaso hay que ser respetuosos (falsamente) con quien no
respeta nada que no concuerde con sus doctrinas y preceptos ?
Mi propósito es, de forma sencilla y lo más amena posible, resaltar algunos
aspectos que justifican, de sobra, el título de este articulo. Y para ello, quisiera
centrarme en dos asuntos, de los muchos que podría destacar en semejante
mamotreto. Serían aspectos y actitudes relativas a las mujeres y a los animales.
A estas alturas negar que la Biblia es un libro machista, denota ser parte
interesada en el cuento o estar poco informado. Para empezar se habla de un
"dios" al que se le llama "señor", nunca "señora",
y cuando por aburrimiento decide bajar a la Tierra, lo hace en forma de
"hombre", iniciando una gira turística seguido por doce "amigotes",
ninguno de ellos mujer.
Mal empieza el libro para la mujer con tres hechos destacables. El primero
que la mujer sale de una costilla del hombre, señal de la poca importancia que
se daba al resultado de tal mutilación. El segundo, presentándola como un ser
débil, que fácilmente sucumbe al engaño del diablo en forma de serpiente (un
animal que pagará "ad eternam" las consecuencias de ese capricho
divino). Y por último, condenando a la mujer a parir con dolor y a ser dominada
por el marido.
Según la Biblia, no es decoroso que las mujeres hablen en público, por
tanto, las podemos hacer callar en las reuniones y si siguen teniendo interés
en el tema, amablemente se les puede indicar que se vayan a su casa y pregunten
al marido.
Según la Biblia, tras una guerra, los vencedores podrán pasar a cuchillo a
niños y mujeres, eso sí, dejando con
vida a las vírgenes.
Según la Biblia, el pene es sagrado (no dice nada de la vagina), puesto que
si en una pelea entre varones, la mujer sale en defensa del marido y agarra al
otro por los genitales, se le cortará la mano a la mujer sin ningún tipo de
compasión.
Para la Biblia, compendio de sabiduría y equidad, a la hora de ofrecer una
promesa a su dios, tasa a las personas según su edad y sexo. Un hombre de entre
veinte y sesenta años vale quinientos gramos de plata, pero una mujer de la
misma edad, vale trescientos.
Mismo ninguneo en lo que respecta a la edad. En la Biblia se encuentran
múltiples referencias a la longevidad de muchísimos hombres. Con más de 900
años (Adán, Set, Enós, Caín, Matusalén, Noé..). con más de 150 (Abraham, Isaac,
Jacob,..) y muchos más con más de 100 años. Pero en toda la Biblia, sólo hay
una referencia a la edad de una mujer, Sara, que con 90 años recibió la promesa
de engendrar a Isaac.
Seguimos con este viacrucis indecente sobre la mujer.
Aunque los prebostes de la ortodoxia nos enseñan aquello de "No
codiciarás los bienes ajenos", lo que realmente dice la Biblia es que no
desearás la casa del prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su buey , ni su
asno. O sea, que a efectos de pertenencia, la mujer no es más que una propiedad
más del hombre, igual que su asno.
Hasta vomitivo se me está haciendo escribir todo esto, pero me he
comprometido y he de seguir.
No sé porque se empeña la sociedad en promover la igualdad de género,
intentando poner a la mujer en puestos de responsabilidad. Ya nos dice
claramente la Biblia, que con dificultad se puede encontrar un varón cabal
entre otros mil, pero mujer cabal, ni una entre todas. La conclusión parece
evidente.
Siguiendo indicaciones bíblicas, si un hombre detecta que su mujer no llegó
virgen al matrimonio, todos los hombres
empadronados en la misma ciudad podrán apedrear a la mujer hasta que muera,
para de esa forma hacer desaparecer el mal.
De la virginidad del hombre nada dice.
Y para terminar este tour bíblico dedicado a la mujer, nos faltaría
recordar (por si a alguien se le ha olvidado), que la mujer cuando da a luz es
impura, pero, pero... si encima de a luz a una niña es doblemente impura.
Palabra de dios.
Tampoco quisiera olvidar a "grandes" personajes, tenidos por
intelectuales o sabios, pero que dedicados como estuvieron al estudio de tan
lamentable libro, no escaparon a esa misoginia que destila por sus cuatro
costados.
Hablo de personajes como san Agustín que tiene claro que la mujeres son la
puerta del diablo. O de santo Tomás de Aquino, que no veía qué utilidad podría
tener una mujer para el hombre, excepto la de parir. O el tal Lutero, que con
gran sabiduría afirma que las niñas hablan y caminan antes que los niños porque
la mala hierba crece más rápido que las buenas semillas.
La hoy tan venerada virgen María, no fue objeto de culto hasta el siglo X,
cuando pasó de ser una persona fría y distante, a una madre gentil y misericordiosa.
Diez siglos de olvido.
Y ya en tiempos actuales, no hace falta ir muy lejos para ver publicaciones
como el libro de “Cásate y sé sumisa” del Arzobispo de Granada, donde podemos
leer frases como “Debes someterte a él. Cuando tengas que elegir entre lo que
te gusta a ti y lo que te gusta a él, elige a su favor". En este caso, no
es palabra de dios, sino palabra del obispo.
Con la excusa de una divinidad masculina, a lo largo de siglos se ha
transmitido una supuesta superioridad del hombre respecto a la mujer, otorgando
un papel muy claro como esposa, madre, sirvienta y ama de casa.
Las consecuencias
de esto han sido soportadas en carne propia por las mujeres durante muchos
siglos, y aunque recientemente, en la medida que la sociedad se volvió más laica,
han logrado algún trato más igualitario en las sociedades modernas, todavía,
discriminaciones de todo tipo y violencias específicamente de género, siguen
teniendo a millones de mujeres como víctimas.
Todavía no hemos
llegado a entender que como género humano, vivir LA VIDA (con mayúsculas),
supone admitir que no hay que hacer ningún tipo de distinción cuando se trata
de asumir deberes y disfrutar derechos.
En fin, pasemos al capítulo de los animales, porque el de las mujeres daría
para varias páginas más (las brujas quemadas por la inquisición, aborto, el
papel subsidiario otorgado a la mujer,.....) a cual barbaridad e insensatez más
grande.
Como en el aspecto de la mujer, también con los animales se empezó con mal
pie. Para tantear la docilidad de Adán y Eva, usó a una serpiente, a partir de
lo cual, este animal quedó estigmatizado de por vida, sin tener ninguna culpa.
Aún en los tiempos actuales (según reputados teólogos como un obispo irlandés
del siglo XVII, la creación se produce el domingo 23 de octubre del año 4004
antes de Cristo), todavía se arrastra el pobre animal, sin levantar cabeza.
Pasados algunos siglos, la chapuza fue de tal calibre, que ese dios
sabelotodo decidió empezar casi desde cero. ¿Cómo?
Castigando la maldad del hombre con el diluvio universal, del que sólo
se salvó la familia de Noé y una pareja de cada especie animal. Pero, ¿porqué
mató a no sólo personas, sino también a todos los animales? ¿Qué culpa tenían de la maldad del
hombre? ¿Porque tenían que pagar ellos
por nosotros?
No terminó aquí la odisea de ser animal en un mundo creado por tan insigne
arquitecto, que rivaliza con Calatrava en el reguero de chapuzas esparcidas con
sus actuaciones. Hablemos de sacrificios.
Si una colectividad ha pecado, ofrecerá un novillo.
Si el que peca es un jefe, degollará un macho cabrío.
Si un hombre tiene relaciones con una esclava, ofrecerá en sacrifico una
hembra de oveja o cabra.
Si un hombre tiene relaciones con un animal, morirán él y el animal. Si es
una mujer la que se deja cubrir, también morirán los dos (véase la sutileza: El
hombre "tiene", la mujer "se deja").
Y así toda una variedad de animales ofrecidos en sacrifico un día detrás de
otro, por cualquier motivo intranscendente: Cabras, tórtolas, vacas, chivos
corderos, carneros, ovejas, pichones .... degollados, despanzurrados, quemados,
ahogados a mayor gloria de no se sabe muy bien qué.
Sigamos avanzando. ¿ Qué hay de los animales en el Evangelio ?
Pues a poco de busquemos veremos una piara de dos mil cerdos a los que
Cristo les metió el demonio que previamente había sacado de un endemoniado.
Hizo correr a los cerdos hasta el mar y se ahogaron. Dos mil cerdos que no
tenían ninguna culpa y que ni por asomo se le ocurrió pagar a sus dueños.
A pesar que Cristo mismo, se dice que nació entra animales: Un burro y
una vaca que con su aliento le
calentaban en un pesebre recién nacido. A pesar que vemos borricos en los que
su familia inmigrante se trasladó a Belén, o que los montó Cristo para hacer su
entrada en Jerusalén, no hay en todos los evangelios, ni en los buenos ni en
los desaparecidos ni en los falsos, una palabra de amor, aliento, compasión o
agradecimiento hacia esos animales. No sólo nunca su infinito amor, le llegó
para darles aunque fuera las gracias por los servicios prestados, sino que
incluso como buen judío, para quienes los perros son seres inmundos, usó la
palabra "perro" para insultar a los paganos.
Más adelante, los padres y doctores de la iglesia, también nos deleitan con
toda una muestra de zoología, usada como insulto:
San Atanasio llama a los arrianos, "escarabajos"
San Agustín llama a los idólatras, "ranas" y a los judíos
"lobos"
San Hilario los llama "bandada de cuervos"
San Juan Crisóstomo considera a "los judíos peores que los cerdos, los
machos cabríos y todos los lobos juntos". A las sinagogas las llama
"cubil de bestias inmundas" y a los herejes "perros que
ladran".
San Jerónimo (el de la Vulgata, la traducción más conocida de la biblia),
llama a los herejes, "asnos de dos pies".
San Agustín de Hipona decía que el
que mata al buey ajeno, no peca por matar al buey, sino por perjudicar al dueño.
Santo Tomas de Aquino decía que la caridad no debe extenderse a los
animales por tres razones:
El bien sólo puede ser poseído por criaturas racionales. No tenemos comunidad
de afectos con ellos. Y la caridad se basa en la felicidad eterna, cosa que los
irracionales no pueden alcanzar.
Con todo este plantel de opinantes, durante siglos y siglos, no resulta
extraño que a mediados del siglo XIX, el papa Pio IX, impidiera que se fundara
en Roma la Sociedad para la Prevención de la Crueldad con los Animales,
argumentando que los animales no tienen ningún valor intrínseco, y que nuestro
comportamiento con ellos no debe guiarse por consideraciones morales, puesto
que eso implicaría reconocer que los humanos tenemos obligaciones con ellos.
Así pues, vistos estos antecedentes, nos encontramos con que aleccionados
por la biblia y los evangelios, dos mil millones de cristianos, mil
cuatrocientos millones de musulmanes y diez millones de judíos (el dios bíblico
es común a las tres supercherías), se sienten con el santo derecho de disponer
como les plazca de los animales: Matarlos, comerlos, enjaularlos, cazarlos, lanzarlos
al vacio, rajarlos, esclavizarlos, usarlos como diversión en plazas de toros,
galleras, circos, festejos populares.
Podemos cazarlos impunemente, hacer teclas de piano con sus colmillos,
hacernos adornos con sus caparazones, abrigos con sus pieles, divertirnos con
su sufrimiento, etc.,..... todo ello con la conciencia tranquila, y sin poner
en riesgo nuestra salvación eterna, porque total, como no son como nosotros ni
sienten ningún dolor.
Pocas veces queda tan claro y tan patente como en el caso de los animales,
que la idea de Dios no es más que un pretexto, una idea abstracta, una excusa
que cada pueblo, en cada instante, usa para justificar sus actuaciones y darles
el acomodo que convenga.
Y si eso es así, podemos deducir que el hombre no es el rey de ninguna
creación. Es una especie más entre millones que comparten un pasado en común de
miles de millones de años. El genoma de los gorilas y orangutanes coincide en
un 98% con los humanos, y el del chimpancé en un 99%. El ciclo menstrual de la
hembra del chimpancé es idéntico al de la mujer. Y si alguien tiene cualquier
duda, sólo debe acercarse a un zoo, y aunque sea a través de un grueso cristal,
mirar a un gorila a la cara, a sus ojos, a sus dientes. Mirar sus manos. No hay
que saber nada de biología molecular ni evolutiva para ver el absoluto
parentesco, pelo más, pelo menos. Los animales son compañeros nuestros en el
viaje de la vida sobre este planeta. Son por tanto nuestros prójimos y merecen
nuestro respeto.
Teniendo en cuenta estos aspectos, y otros que no hemos desarrollado (la homosexualidad,
el control de natalidad, el aborto, la evolución de las especies, etc., son
rechazados basándose en la autoría
"divina" de tan execrable libro), irrespetar o cagarse en la Biblia
es mucho más decente y profiláctico que basar nuestra ética en un libro que
representa todo lo contrario a un mínimo estándar sobrenatural de bondad y
armonía, que sería lo esperable si hubiera sido inspirada por un creador
Bondadoso, Todopoderoso y Omnisciente, preocupado de que sus criaturas recibieran
nítidamente sus indicaciones y en consecuencia, actuaran clara y rectamente.
Un libro, la Biblia, producto de los pensamientos de unas cuantas
generaciones de las gentes más vulgares de su época, en una de las zonas más
tristes de la tierra, plasmando su odio a la vida y al progreso. Un libro lleno
de contradicciones que ha creado unas religiones en las que se sustentan
auténticas organizaciones mafiosas y criminales, a las que no bastó acumular
poder y riquezas, sino que, además,
causaron siglos de oscurantismo por su freno a la ciencia.
Para terminar, podría pedir perdón por si a alguien le resultan ofensivas
estas líneas, o las cree irreverentes, incluso falsas o sacadas de contexto,
pero visto lo visto, es preferible esta forma de decir las cosas, que no usando
la fuerza, la represión, el miedo, el soborno, la esclavitud o el lavado de
cerebro que tanto usan, precisamente quienes más se ofenden.
No se puede respetar aquello que no merece ningún respeto.