Artículo de AMPARO ARIÑO
Mujer
Doctora en Filosofía
Vicepresidenta de AVALL
La sentencia a “La Manada” que se hizo pública el pasado 26 de Abril, ha suscitado la reacción en contra de gran parte de la ciudadanía. Esta sentencia será recurrida por ambas partes: acusación y defensa, y es posible que en ella se acabe reconociendo que en los hechos juzgados hubo violaciones y no sólo (“solo” ?) abusos.
Para que no vuelva a darse un hecho tan vergonzoso como el de esta sentencia, y diría más, para que no se hable de abusos sexuales como algo digamos “menor”, es necesario que concurran varias circunstancias que no se dan en estos momentos.
La más importante, la básica, es la implicación transversal, es decir la implicación de toda la sociedad en la defensa de los derechos de las mujeres, de su dignidad como seres humanos, del respeto que merecen en igualdad al que tienen los varones en iguales circunstancias.
Desde luego, es necesario que se revise la situación de la Magistratura y el acceso a la misma. Como es necesaria una autocrítica de los profesionales de la medicina en sus planteamientos sobre el cuerpo de la mujer Por eso es imprescindible una formación generalizada de la perspectiva de género para todas las profesiones y de modo muy especial para el ejercicio de la medicina y todo lo relacionado con la jurisprudencia. Y es que, como bien señala Michel Onfray en su ”Tratado de Ateología”, en el Derecho y en la Medicina es donde de un modo más grave se plasman los prejuicios de raíz religiosa sobre la corporeidad humana en general y sobre la condición de la mujer en particular. Prejuicios que se integran en una cosmovisión o visión del mundo que recibimos y aceptamos acríticamente como verdadera.
Pero esta revisión crítica de los prejuicios recibidos no será posible aquí y ahora -y me refiero al estado español en la actualidad- mientras no haya una separación efectiva entre Iglesia y Estado de modo que el nacional- catolicismo patriarcal (valga la redundancia) deje de influir en la educación y formación de niños y jóvenes. No olvidemos que en una de las raíces del Patriarcado están las religiones monoteístas, las llamadas religiones “del libro”: judaísmo, cristianismo e islamismo. Todas coinciden en considerar a la mujer como inferior al hombre, al que debe sometimiento. Y al hombre como el único sujeto que detenta y puede detentar la autoridad y el derecho.
No obstante, y desgraciadamente, el patriarcado y la visión del mundo que este mantiene e impone, va incluso más allá de las creencias religiosas en las que claramente se apoya y a las que utiliza para mantenerse. Por eso no será verdaderamente superado mientras los hombres no reconozcan la ilegitimidad de los privilegios de los que han gozado desde hace milenios, y entiendan que dichos privilegios están ancestralmente basados en el hecho de tener mayor fuerza física que las mujeres.