(artículo publicado en la revista Al Margen, junio 2013)
Si viajas en avión y se estrella, tendrás un funeral de Estado y por tanto una misa por el rito católico, sin importar si eres judío, luterano, ateo o anarquista. Si ingresas en un hospital público por la puerta de la habitación puede que asome la nariz el sacerdote del centro para ver si necesitas algo. Después de todo, sin importar tus ideas, tú le pagas su sueldo. Si vas a un cuartel puede que te encuentres con un cura castrense, que además ostenta grados militares incluso hasta el generalato, con sus consiguientes remuneraciones. Si vas en Navidades a una Delegación de Hacienda, a un centro educativo público o a un hospital público, puede que te encuentres un belén, instalado por los funcionarios seguramente durante su horario laboral y pagado puede que con dinero público. Si en tu ciudad o pueblo hay una procesión con el ídolo de escayola respectivo, casi seguro que el alcalde camina junto a él con todos los atributos del poder que supuestamente ha obtenido mediante un proceso “democrático”. Si una iglesia, ermita o convento necesita una rehabilitación, el ayuntamiento, la diputación o/y el gobierno autónomo correrán con los gastos so pretexto de tratarse de un patrimonio histórico-artístico, pero si luego quieres ver como se ha invertido tu dinero puede que tengas que pagar de nuevo.
Un Decreto de 1998, es decir, con Aznar de presidente del gobierno, modificó la Ley Hipotecaria, y en su artículo 206 equiparó a los obispos diocesanos con funcionarios públicos acreditados para inscribir bienes. Un ejemplo: el trámite de ponerse a su nombre la Mezquita de Córdoba les costó 30 euros, cobran entre 8 y 18 euros la entrada y cada año reciben más de un millón de visitantes. Además el obispo decide quién trabaja en ella de guía. Por supuesto, los gastos de restauración y conservación los paga el Estado. Solo en Navarra se han “inmatriculado” más de 1000 propiedades a su nombre, incluyendo bosques comunales, pastizales, garajes, casas del maestro e incluso un frontón.
La Iglesia católica española declara como limosnas muchos de sus ingresos para no pagar impuestos. Una boda puede costar entre 200 y 500 euros (flores, música, fotógrafo), dependiendo de la ubicación del templo. Si lo multiplicamos por 74.000 bodas anuales, ya tenemos más de 15 millones de euros libres de impuestos. Luego están los bautizos, las comuniones, los funerales, etc.
La Iglesia católica española recibe unos 250 millones de euros anuales por la casilla del IRPF, y una cantidad indeterminada por la otra casilla, donde está Caritas, Manos Unidas, Federación Española de Religiosos de la Enseñanza… pero esto solo es el chocolate del loro pues recibe más de 900 millones para el mantenimiento de sus 57 hospitales, 1800 para su obra social, 2500 en exenciones y bonificaciones tributarias y 3900 para financiar centros de ideario católico. En total, la Iglesia nos cuesta más de 11.000.000.000 de euros. Pero ellos, y sus voceros mediáticos, dicen que la Iglesia le ahorra dinero al Estado.
Si tu vecino es católico paga menos impuestos que tú y aporta a los gastos comunes menos que tú, porque él detrae de su aportación común un 0’7% para su iglesia (0’52% antes de Zapatero), mientras que tú pagas el 100% y, si quieres ayudar a una ONG, creencia o asociación, tendrás que pagarlo por tu cuenta. El año 2012, lejos de ver empeorada su situación económica, como casi todo el mundo, la Iglesia católica española mejoró su situación: en vez de esperar a que se recaudara el dinero de la casilla del IRPF el gobierno del PP recién llegado al poder acordó que se hiciera un cálculo aproximado, en función de lo percibido en ejercicios pasados, y que se ingresara 1/12 mensualmente en las cuentas bancarias de la Iglesia. De esta manera, la Iglesia pasa a recibir una mensualidad del Estado, como si estuviera en nómina. La Iglesia católica española vive en el paraíso… fiscal, pero ya sabemos que para que haya paraísos fiscales tiene que haber infiernos fiscales. Las rentas del trabajo están gravadas al nivel de los países nórdicos. Los servicios sociales, cada vez más, se van acercando a niveles africanos.
La Iglesia católica española ha llegado a tener hasta 3 SICAV, donde sólo se paga el 1% de impuestos, y con este dinero invertían en bolsa. El banco del Vaticano, ese Estado de opereta más pequeño que muchos campos de golf, creado gracias a Benito Mussolini, entre otras empresas invierte en Pfizer, la farmacéutica que fabrica la viagra, o en Baretta, la empresa de armamento más antigua del mundo. Sin embargo, se creen legitimados no solo para darnos consejos morales, sino para imponerlos gracias a su poder político. El mayor club de solteros de España nos da lecciones de sexualidad todos los días, nos dice que las mujeres deben de ser tuteladas como si fueran menores de edad cuando están embarazadas, llaman enfermos a los homosexuales, o se autocalifican de abanderados de la ética en cuestiones de experimentación científica en biología, cuando ellos han sido históricamente el mayor enemigo de la ciencia. En los últimos cuatro años se ha reducido el presupuesto en I+D un 40%, sin importar a la clase dominante la fuga de cerebros ni la cacareada competitividad. Sin embargo, en religión no ha habido recortes. Esto no puede ser casual, al contrario, es un buen indicativo de hacia que tipo de sociedad nos quieren llevar.
Si cualquiera de estos datos te parece escandaloso o censurable, no te atrevas a manifestarlo en público, pues podrás ser acusado de intolerante, anticlerical o trasnochado. Algunos te recordarán la gran labor de Caritas, pero es necesario recordar los datos que la propia Iglesia suministra. En los últimos años el presupuesto de Caritas tiene 3 tipos de ingresos: aproximadamente un 60% de subvenciones de administraciones públicas, un 37% donaciones privadas y un 2-3% de la Iglesia. Por tanto, con el dinero público se hace caridad y propaganda cristiana, a diferencia de otros países donde el dinero público se emplea en sostener y aumentar los servicios sociales, y donde la gente es tratada como ciudadanos y ciudadanas con derechos y no como por-dios-eros.
Otros te dirán que la mayor parte de la población española es católica, pero eso hace tiempo que dejó de ser verdad. El número de católicos practicantes es el 18%, mientras que los ateos superan el 24%. Hay más matrimonios civiles que religiosos y a la mayoría de los niños ya no se les bautiza. La mayoría de la población se define como católico no practicante, pero eso es como decir que uno es futbolista no practicante. ¿Si la mayoría de la población es católica, por qué no se confía en ella a la hora de sostener sus creencias y se tiene que recurrir a la rapiña del dinero público con todo tipo de trampas?
Nuestra postura es que por una vez los dueños de este país sean coherentes con su ultraliberalismo: que privaticen a dios, es decir, que el que quiera cura que se lo pague. En el mercado de los dioses está aumentando la competencia: evangélicos, musulmanes, ortodoxos… Pues bien, cada uno que se pague sus vicios. El dinero público debería ir a lo que es común, la ciencia y la cultura, no a la creencia del gobernante de turno.
Pero la batalla más importante para que la sociedad sea un poco más libre no es la económica sino la de la educación. Es el mecanismo más importante de reproducción de la ideología religiosa, es decir, de asegurarse la clientela futura. En enero del 2011 el Arzobispado de Valencia anunció que adelantaba la catequesis a los 3 años de edad (antes era a los 6). Ante este anuncio, un periodista preguntó al presidente de la Comisión de Catequesis del Arzobispado: “¿Qué enseñarán a un niño de tres años? Porque será difícil que entienda el misterio de la Santísima Trinidad”. Respuesta: “Yo tengo 46 años y todavía me cuesta entenderlo. No, los niños de esas edades no aprenden de forma racional, sino a través de las experiencias. Por ejemplo, les explicaremos la parábola del Buen Pastor al mismo tiempo que ven al pastor y las ovejitas. Haremos que tengan experiencia de que la fe y Jesús son algo de su vida”. Como decía Christopher Hitchens, la educación religiosa es una modalidad de abuso de menores.
La escuela ha de estimular en los niños y las niñas la formulación de preguntas, no ofrecer respuestas incluso antes de que se planteen las preguntas, sobre todo si las respuestas están momificadas y podridas. La escuela ha de estimular el sentido crítico, no educar en la sumisión a pensamientos mágicos establecidos por la clase dominante para perpetuar su dominación. La escuela debe ayudar a formar personas libres, no esclavas de creencias en amigos imaginarios que si son sobornados mediante la adoración servil accederán a nuestras súplicas, frente al peloteo de otros competidores por los favores de ese mismo dios. La escuela debe educar en conocimientos científicos y universales, en valores humanistas y cívicos y no en dogmas, en el apoyo mutuo y no en la competitividad, en la asunción de la diferencia y de la diversidad, sobre la base de la igualdad en dignidad y derechos.
El laicismo no supone un ataque a la religión, sino un marco de convivencia donde todos podemos convivir. Pero eso no es lo que quieren los defensores de este régimen político corrupto. El Estado español es católico, como ha quedado demostrado. Debería ser posible que hubiera más católicos honestos, es decir, que no aspiraran a que porque uno de los suyos esté en el poder, éste debe utilizar el dinero público, los símbolos de todos y la legislación en beneficio de la imposición de sus creencias. Deberían ser conscientes de que todos no somos católicos, de que no deben aspirar a imponernos sus dogmas, de que no es moralmente aceptable, ni siquiera desde el punto de vista de su religión, utilizar el dinero de todos en beneficio de unos cuantos. Pero en el gobierno no solo hay católicos, sino que está repleto de miembros destacados de subsectas integristas como Opus Dei, Kikos, Legionarios, etc, y no van a permitir que nada ni nadie afecte a los intereses de la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
No deberíamos permitir que una organización que protege a pederastas, que tuvo un papel fundamental en la instauración y mantenimiento de la dictadura franquista y que apoyó a muchas otras, que históricamente ha dificultado el avance científico y la justicia social, siga teniendo tanto poder. En la publicidad de la casilla del IRPF utilizan el lema “Por tantos”, pero en realidad nos toman por tontos. ¿Lo somos? Sí, si logran seguir dándonos cada día lecciones de moral, ellos que son los menos legitimados para ello, y si, para colmo, lo siguen haciendo con nuestro dinero.
Miguel Hernández
(Miembro de AVALL, Associació Valenciana d’Ateus i Lliurepensadors)