dimarts, 4 de juliol del 2023


         

Publicado en Levante-EMV el 03-07-2023


Article de Marc Cabanilles


LA ACONFESIONALIDAD SEGUIRÁ AUSENTE

Estamos viviendo en una sociedad caracterizada por el pluralismo: Pluralidad de culturas, de lenguas, de razas, de creencias religiosas, de tipos de familias, de relaciones afectivas, de nacionalidades, de partidos políticos,.....

En el caso de la religión, tenemos la “relativa” fortuna de vivir en un estado aconfesional, donde llevamos muchos años conviviendo, armoniosa y civilizadamente, católicos, protestantes, testigos de Jehová, musulmanes, ortodoxos, agnósticos, ateos. Y digo relativa, porque los principios básicos de dicha aconfesionalidad, hasta ahora totalmente ignorados, seguirán siendo nulamente respetados.

Con la nueva ola conservadora, se incrementará el aluvión de autoridades civiles, elegidas en elecciones libres, ataviadas con  banda, fajín o vara de mando, que se desviven por participar, como tales autoridades, en los eventos religiosos (misas, procesiones, tedeums,..), ocupando sitios destacados y reservados, cosa que contradice el espíritu aconfesional definido en la Constitución y que no debería suceder, puesto que  son representantes de toda una variada ciudadanía.

¿Por qué las autoridades, tanto progresistas como conservadoras, se empeñan en participar en celebraciones religiosas ocupando sitios destacados y reservados expresamente? ¿Por qué no pueden limitarse a participar como cualquier otro ciudadano, ocupando cualquier lugar libre en el templo o en el caso de las procesiones, yendo en la misma fila que el resto de los participantes? ¿Acaso necesitan alimentar su ego o simplemente es hacer saber a la ciudadana quien manda aquí? Dichas autoridades, se las dan de sentido común, de ser personas cabales, responsables, presumen de ser respetuosos con las leyes, dicen querer gobernar para todos.

Entonces, ¿Qué pasa con el incumplimiento en la aconfesionalidad del estado?

Si la Constitución, a la que tantas veces se recurre, define España como un estado aconfesional, ayuntamientos y mancomunidades, como parte de ese estado aconfesional, deberían ser independientes de cualquier organización o confesión religiosa, sus autoridades políticas no deberían adherirse públicamente a ninguna religión determinada, y deberían velar para que ninguna religión influyese sobre las decisiones que esas autoridades deben tomar en cada momento.

Eso es precisamente lo que significa estado aconfesional.

A la ciudadanía, se le exige que cumplamos la ley, que paguemos puntualmente los impuestos, que cumplamos con las normas,.... Y si no es así, nos vemos abocados a la cárcel, a un embargo, a los desahucios, a pagar multas,....

¿Por qué las autoridades civiles no cumplen el precepto de aconfesionalidad del estado recogido en la constitución? ¿Por qué ese desprecio a quienes no nos consideramos católicos?

¿Será porque siguen anclados en lo de que "aquí mando yo y hago lo que me da la gana"?

¿Será por falta de imaginación para programar actos y necesitan de la misa para llenar el programa?

¿Será que 40 años de dictadura franquista han grabado en el cerebro de nuestras autoridades civiles que la iglesia y estado son la misma cosa? (acordémonos que Franco entraba en las iglesias bajo el palio).

¿Será porque no se enteran de qué es lo que dice la Constitución, de la que tanto presumen o es que de ciertas cosas no les interesa estar enterados?

Seguramente dirán que la mayoría de la ciudadanía es católica y quiere esa actuación de las autoridades. Yo les contesto que eso no es razón suficiente, porque seguro que también hay una mayoría que considera que pagan muchos impuestos, y no por eso se los van a rebajar.

Cuando venga la celebración del Ramadán, ¿Van las autoridades a participar en los ayunos y plegarias a La Meca?

 

Más de uno tendrá la tentación de decirme que con los problemas que tenemos de paro, corrupción, sanidad, vivienda,.... escribir este artículo es una tontería y una pérdida de tiempo.

Pues eso mismo digo yo. Con los problemas que tenemos, nuestras autoridades civiles siguen empeñadas en hacer tonterías, perder el tiempo y envenenar la convivencia, participando, en nombre de todos, en actos religiosos de confesiones particulares. Y que conste que, además de incumplir la ley, ellos cobran por hacer esas tonterías y perder ese tiempo, cosa que yo no hago por escribir este artículo.

Es inaudito, que en los actuales momentos de desarrollo de la sociedad y después de varios lustros de ser un estado aconfesional, tengamos que seguir exigiendo a los representantes democráticos, el más elemental respeto a los ciudadanos y ciudadanas de todas las creencias, pero también al ordenamiento jurídico, que proclama que "ninguna confesión tendrá carácter estatal”. La separación efectiva del Estado y la Iglesia debe formar parte de los usos y costumbres y, por tanto, también en las tradiciones religiosas, que nada tienen que ver con las funciones institucionales de los poderes públicos.

Se puede caer en la tentación de justificar este comportamiento apelando a la "tradición", pero las únicas tradiciones que merece la pena conservar son aquellas que unen, no que separan, aquellas que favorecen la convivencia, no que la perturban, aquellas que garantizan el respeto, no que lo destruyen.

Si de verdad se creen el papel “sagrado” de la Constitución para lograr una convivencia pacífica y armoniosa entre la ciudadanía, deberían empezar por respetar las creencias (o no creencias) de todos los ciudadanos y ciudadanas, comprometiéndose a garantizar la no participación como alcaldes o concejales en todo tipo de manifestación religiosa, separando explícitamente sus creencias personales de aquellas conductas que realizan en calidad de representantes políticos.

Desprestigiar esta petición con la socorrida excusa que esta postura representa una minoría, lo único que supone, es no afrontar el problema, y encima, cargar las culpas sobre quienes no son responsables de la situación.

Y si las cosas se dejan como están, seguiremos insistiendo cada vez que la única justificación que se tiene para no respetar derechos y mantener privilegios, sea que "somos la mayoría".

 

Marc Cabanilles

Associació Valenciana d’Ateisme y Lliurepensament (AVALL)